Los millenials que, en no muchos años, tomarán las riendas de los patrimonios familiares apuestan por la tecnología, las energías limpias y las inversiones de impacto social. Mientras tanto, en los países con invierno demográfico, las carteras son cada vez más conservadoras conforme aumenta la edad de los inversores.
Para muchos analistas, cuando los denominados baby boomers (aquellos nacidos en los años 60 y 70) traspasen su patrimonio a sus herederos, se producirá una de las mayores transferencias de riqueza de la historia. Los millenials (aquellos nacidos en los años 80 y 90) serán los grandes beneficiados de esta situación. Un estudio publicado en 2017 por Royal Bank of Canada, estima que, tan solo en EE.UU. Y Reino Unido, esta transferencia de recursos supondrá cuatro billones de dólares.
Cuando invierten, los millenials se caracterizan por inversiones sostenibles y, en muchos casos, por realizar su propio análisis, dado su dominio de la tecnología. En un estudio publicado recientemente por Credit Suisse, cuando los millenials se acercan al mundo de las inversiones proyectan sus valores y lo hacen mostrando su preferencia por energías limpias, inversiones de impacto social o inversiones sostenibles. Ello no implica que, obviamente, renuncien a la rentabilidad financiera pero consideran el capital como una vía para mejorar el mundo a través de inversiones social y económicamente responsables, sostenibles y respetuosas con el medio ambiente. Esto supone un cambio importante respecto a cómo piensan sus padres.
El interés por la tecnología es otra de las características de los millenials cuando se acercan al mundo de las inversiones: robótica, inteligencia artificial, ciberseguridad, big data, blockchain, son algunas de las temáticas preferidas para invertir. A diferencia de lo que le ocurre a otras generaciones anteriores, los millenials han nacido en un entorno digital, se han educado utilizando dispositivos tecnológicos, su ocio y forma de relacionarse está muy ligado a las distintas aplicaciones (redes sociales por ejemplo) e incluso su forma de acceder a la formación o la búsqueda de un empleo pasan por el uso de las herramientas tecnológicas. Por lo tanto, para ellos no sólo no es extraño invertir en este tipo de proyectos sino que, en ocasiones, tienen su sesgo excesivo hacia lo digital y hacia lo tecnológico por cuanto es la ventana a través de la cual ven el mundo. Otros sectores como la industrial, las infraestructuras o la salud no son foco de su atención si carecen del atractivo de contar con un determinado ángulo tecnológico. Esto supone dos problemas que los asesores financieros deben afrontar: en primer lugar hay sectores (muchos sectores) de la denominada vieja economía que, no por ello, deben ser despreciados ni por su peso dentro de las economías desarrolladas ni por su potencial rentabilidad. El segundo es que las inversiones de perfil tecnológico tienen mayor riesgo: los productos o servicios sufren periodos de maduración mucho más cortos y la obsolescencia es una permanente amenaza. Ademas, donde se producen los extraordinarios retornos es en aquellas inversiones que surgen de una buena idea o una buena aplicación pero que en el momento en que se invierte en ella no ha sido aún testada en el mercado o si lo ha sido y ya genera ingresos por no decir si gana dinero, las valoraciones son tan elevadas que el riesgo sigue siendo muy notable. Combinar un buen número de inversiones que se sabe que no van a prosperar las pérdidas de las otras es un ejercicio tan arriesgado como complejo, en el que no sólo hace falta la capacidad de los gestores para seleccionar buenas ideas sino tener acceso real a donde se generan esas buenas ideas; además, hay que contar con conseguir que esas buenas ideas no mueran por la falta de financiación en alguna de las rondas que han de ser cubiertas hasta que son una realidad empresarial sólida y con capacidad para autónomamente financiarse.
Fuente: https://es.fundspeople.com/news/ultimas-tendencias-entre-los-inversores