Las señales que apuntan a un mercado bajista prolongado o a una desaceleración económica tienden a poner en tensión a los inversores. Se trata de algo comprensible. Las fuertes caídas del mercado hacen que no sintamos mal y pueden inducir a los inversores a abandonar las acciones para evitar más dolor. Y las recesiones causan un daño en la economía real, incluyendo la pérdida de empleos a medida que las empresas retroceden. El miedo de los inversores a la llegada de una recesión se apoya en los datos. “El PIB alemán se estancó después de contraerse en el tercer trimestre un -0,2%, pero evitó la llamada recesión técnica, es decir, dos trimestres consecutivos en contracción”, recuerdan desde Groupama AM.
Italia ha corrido peor suerte y el último dato del PIB para el cuarto trimestre acaba de mostrar una contracción de la economía del 0,2% durante el periodo, lo que sitúa al país en recesión técnica. “Parte de la culpa la tiene la desaceleración de los grandes socios comerciales del país. Sin embargo, los desencuentros entre el Gobierno y las autoridades europeas con motivo de los presupuestos durante el verano de 2018 han agravado las debilidades del país”, asegura Andrea Iannelli, director de inversiones en renta fija de Fidelity International.
La recesión es la preocupación número 1 para muchas gestoras. “Si la desaceleración se convierte en recesión, los mercados no están preparados para este shock, ya que ni la confianza de los inversores ni los precios de los activos reflejan adecuadamente este riesgo. Por esta razón, el riesgo de recesión podría clasificarse como lo único importante”, asegura David Lafferty, estratega en jefe de Natixis IM. “Las tendencias macroeconómicas y de beneficios subyacentes son cruciales si pensamos en el rendimiento a futuro”, indica.
La pregunta que se hacen los inversores es… ¿cuánto me expongo a perder en renta variable si la economía entra en un periodo de recesión? En fases de contracción económica, los fundamentales se deterioran y los mercados caen. Y lo hacen con fuerza. Según explican Mario González Pérez y Álvaro Fernández-Arrieta, directores de desarrollo de negocio de Capital Group para Iberia, desde 1949 ha habido nueve períodos de caídas del 20% o más en el S&P 500. El retroceso medio de estos ciclos fue del 33%. Los mercados bajistas han tenido una duración media de 14 meses, un período relativamente corto en comparación con el mercado alcista promedio.
“Desde 1950, Estados Unidos ha estado en recesión el 13,5% del tiempo. El problema es que muchos de esos meses incluyeron retornos de capital positivos. Y algunas de las subidas más fuertes se produjeron a medida que las acciones se recuperaban de esos períodos de recesión. Sin duda, un porcentaje de caídas que puede ser doloroso de soportar, pero perder incluso una parte de la ganancia promedio del 263% del mercado alcista podría tener un impacto aún más adverso en los inversores. Esto sugiere que intentar cronometrar las decisiones de inversión puede ser difícil y potencialmente perjudicial”, revelan.
Lo sucedido el año pasado es una buena lección que los inversores deberían grabarse a fuego. En 2018 casi todas las clases de activo registraron rentabilidades negativas. Ganar en los mercados fue una misión prácticamente imposible. Ante esta situación, muchos inversores presionaron el botón del pánico y deshicieron sus posiciones. Si hubiesen tenido un poco de paciencia, habrían recuperado entre enero y febrero buena parte de las pérdidas generadas durante todo el año pasado. Lo que no funcionó en 2018 está funcionando en 2019.
Hacer market timing para evitar el impacto de una desaceleración económica puede hacer que los inversores se pierdan algunas subidas sustanciales, lo que podría limitar la rentabilidad general. “La economía global claramente se desacelera, pero ante la venta masiva del cuarto trimestre, los mercados deberían volver a subir si esto es solo un regreso hacia un crecimiento lento pero positivo a mediados del ciclo”, subraya Lafferty. Por eso conviene ser prudente a la hora de interpretar unas señales que no son del todo claras. Es cierto que la economía se desacelera, pero ni siquiera la curva de tipos está anunciando una recesión.
“La pendiente se ha estado aplanando, pero no está invertida. El diferencial entre la TIR del bono del Tesoro de EE.UU. a dos y a 10 años ronda los 20 puntos básicos. Además, desde que la curva se invierte, de media transcurre un periodo de entre año y medio y dos años hasta que llega la recesión”, destaca Ana Gil, directora de inversión del equipo de renta fija de M&G Investments. Eso hace que se corra el riesgo de salir demasiado pronto del mercado. Los finales de ciclo suelen ser periodos de subidas en la renta variable. “Los inversores han perdido de media una rentabilidad de más del 35% por estar fuera de los mercados los últimos dos años del rally –y más del 18% si se han perdido el último año”, revelan desde J.P.Morgan AM.
Eso no quiere decir que, cuando estamos ante un desplome bursátil -los cuales se suelen producir en fases de recesión-, históricamente lo mejor haya sido abandonar el mercado o, al menos, reducir el riesgo de la cartera. “Lo ideal sería desinvertir al principio de las recesiones e invertir al final, pero hay que tener en cuenta que existe un gap de tiempo importante entre el momento en el que se producen y el momento en el que se anuncian estos hechos”, señala Fernando Luque, editor financiero en Morningstar. Por ese motivo, para no errar en el market timing encajando parte de esos desplomes y estando fuera de mercado en las fases de recuperación, al final lo que recomiendan la mayoría de los expertos es permanecer invertido.